lunes, 26 de julio de 2010

Silla Sandows René Herbst de 1928

Etablissement Herbst 1928-1932. Reedición Formes Nouvelles, 1965.

Tiene el armazón de tubo metálico niquelado, asiento y respaldo de cuerda elástica. Inspirado por las máquinas de gimnasio producidas por el campeón de culturismo Eugen Sandows, Herbst utiliza inusuales elementos elásticos que quedan a la vista como superficie de asiento y atribuye así una dignidad estética a un simple semiacabado funcional. Casi un adelanto de la técnica artística del Reddy-made que teoriza Marcel Duchamp.



A menudo, para descubrir las contradicciones del art decó la crítica recurre al típico conflicto francés entre la tradición de una supuesta superioridad del estilo y del gusto nacionales y las toscas novedades procedentes del resto de Europa. Unos elementos sin duda a tener en cuenta, pero no los únicos. Raras veces se hace hincapié en el retraso tecnológico acumulado por Francia a lo largo del tiempo.



A principios del siglo XX, la modernidad en Francia tiene el rostro de la ciencia y de la investigación, que canalizan recursos y expectativas. No ocurre lo mismo con las fábricas y la técnica aplicada. La innovación casi nunca se sostiene en una pujante clase industrial, no forma parte de programas políticos ni se considera bajo la lente deformante de un positivismo que mire al progreso como la solución a todos los problemas económicos y sociales.


La modernidad no se consolida mediante un sistema radicalmente alternativo, sino más bien con integraciones funcionales o sustituciones parciales de elementos preexistentes. Un recorrido interno, casi una reflexión sobre el valor semántico de la técnica, el verdadero lenguaje de la modernidad.


De allí nace una estética híbrida, sorprendentemente avanzada al igual que conservadora, que tiende casi siempre a abordar la tecnología con la ingenua mecánica del collage.
Entre las escasa iniciativas en apoyo de la investigación de los nuevos materiales, hay que esperar a 1934 para que el OTUA (Office Technique pour l´Utilisation de l´Acier) organice un concurso para premiar el uso del acero en el mobiliario naval; participan muchos de los mejores diseñadores franceses, como René Herbst y Robert Mallet-Stevens. A menudo eran ellos mismos quienes hacían de empresarios para producir sus diseños. De hecho se trata casi siempre de proyectos tan poco complejos en los que la técnica era una intuición más que una concreta aportación industrial. Maquinismo estético, siempre en equilibrio entre innovación y adorno futurible.

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sábado, 3 de abril de 2010

La silla Mackintosh

Principal de la hill house, Helensburgh, 1972

Originariamente colocada entre dos armarios idénticos, la silla funcionaba como un elemento de contraste: la madera a imitación del ébano, la geometría sencilla y el ritmo sostenido contrastaban con el esmalte blanco, las superficies lisas y las concesiones decorativas de las puertas de los armarios.

Charles Rennie Mackintosh Glasgow (Escocia), 1868-Londres ,1928

Es lejos del clamor de las grandes capitales donde aparece en Europa la primera señal de una autentica renovación cultural de proyecto. Nacido en Glasgow en 1968 y diplomado en pintura en la Glasgow school of Art, Charles Rennie Mackintosh está sin duda al tanto de las experiencias de Arts and Crafts así como de las recientes influencias procedentes de Japón .

Desde su juventud, domina con gran madurez un lenguaje compositivo elaborado por la suma de elementos sencillos y lineales, sobre los que actúa por contraste con estudiadas intervenciones decorativas.


Después de haberse formado con numerosos encargos para restaurante y salones de té, Mackintosh se enfrenta en 1897 a la que se considera su obra maestra: la nueva sede de la School of Art,, un proyecto realizado en varias fases entre 1899y 1907, y del que diseña hasta el último detalle.

Lo que hace de Mackintosh un pionero del diseño moderno es, sobre todo, el mobiliario, al que siempre se enfrenta combinando superficies planas y elementos modulares, trabajados con las técnicas de una ebanistería no demasiada compleja.

Una simplicidad que se diversifica en nuevas y escenográficas proporciones que marcan una ruptura respecto al panorama del mobiliario tradicional.

Para Mackintosh las exageraciones y los artificio no solo son un ejercicio formal sino el resultado de una interacción, aún en ciernes, entre el papel de los muebles y la funcionalidad del espacio arquitectónico, una búsqueda que Mackintosh plasma en numerosos proyectos de casas e interiores domésticos. No es casual que el comedor que Mackintosh presentó en Viena durante la Exposición de 1900 estuviera entre los proyectos más admirados por muchos de los protagonistas de la nueva escuela vienesa, que se encuentra en le trabajo de Mackintosh valores comunes y nuevos estímulos para sus propias experiencias.


Silla Mackintosh disponible en PortobelloStreet.es

sábado, 13 de febrero de 2010

Silla CAB de Mario Bellini


El tema de la relación entre técnica y forma es una constante en el trabajo de Mario Bellini. No se trata de una cuestión marginal, ya que la búsqueda de una supuesta sinceridad estética del proyecto es una de las claves de las investigaciones racionalistas. Sobre la correspondencia entre forma y función o sobre el rechazo de los adornos se han generado interminables debates y se han lanzado terribles anatemas. En los orígenes mismos de la idea de diseño está la necesidad de dignificar nuevos lenguajes, coherentes con las innovaciones de la técnica moderna. Sin embargo, la modernidad se ha confundido a menudo con la simple forma de la mecánica, y la causa de la transformación se ha intercambiado con su efecto. Una contradicción a la que Bellini tuvo que enfrentarse cuando diseño complejas máquinas de oficina y de cálculo en medio de una difícil transición entre mecánica y electrónica, cuando desaparecían los vínculos de pesados engranajes y la forma se liberaba de antiguas constricciones. Ese momento Bellini identifica en el redescubrimiento de la relación con el cuerpo un campo de intervención distinto, un dialogo entre la naturaleza de la maquina y la humanidad de las funciones. Cuando Bellini realiza el diseño de su primera silla, aplica al proyecto del mueble el mismo enfoque adoptado con las maquinas de oficina más complejas. La CAB es misteriosa y muy sencilla .Técnicamente Bellini adopta una estructura elemental, un simple bastidor de acero que dibuja el perfil de la silla, y la viste con una funda de cuero fijada con una cremallera a lo largo de las patas. Un relleno mínimo en el respaldo y un fondo de plástico en el asiento completan el proyecto.


El diseño no es más que una piel de cuero destinada a envejecer poco a poco marcada por las costuras que quedan a la vista ; un revestimiento que es a la vez la propia silla y una máscara , como bien saben los antropólogos, no sirve para oculta un rostro sino para revelar su alma.

Mario Bellini.


Una silla en la que la piel del recubrimiento se convierte en cuerpo, tensada sobre una estructura de acero absolutamente esencial, de perfil poco más que esbozado.

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