
El tema de la relación entre técnica y forma es una constante en el trabajo de Mario Bellini. No se trata de una cuestión marginal, ya que la búsqueda de una supuesta sinceridad estética del proyecto es una de las claves de las investigaciones racionalistas. Sobre la correspondencia entre forma y función o sobre el rechazo de los adornos se han generado interminables debates y se han lanzado terribles anatemas. En los orígenes mismos de la idea de diseño está la necesidad de dignificar nuevos lenguajes, coherentes con las innovaciones de la técnica moderna. Sin embargo, la modernidad se ha confundido a menudo con la simple forma de la mecánica, y la causa de la transformación se ha intercambiado con su efecto. Una contradicción a la que Bellini tuvo que enfrentarse cuando diseño complejas máquinas de oficina y de cálculo en medio de una difícil transición entre mecánica y electrónica, cuando desaparecían los vínculos de pesados engranajes y la forma se liberaba de antiguas constricciones. Ese momento Bellini identifica en el redescubrimiento de la relación con el cuerpo un campo de intervención distinto, un dialogo entre la naturaleza de la maquina y la humanidad de las funciones. Cuando Bellini realiza el diseño de su primera silla, aplica al proyecto del mueble el mismo enfoque adoptado con las maquinas de oficina más complejas.
El diseño no es más que una piel de cuero destinada a envejecer poco a poco marcada por las costuras que quedan a la vista ; un revestimiento que es a la vez la propia silla y una máscara , como bien saben los antropólogos, no sirve para oculta un rostro sino para revelar su alma.
Mario Bellini.
Una silla en la que la piel del recubrimiento se convierte en cuerpo, tensada sobre una estructura de acero absolutamente esencial, de perfil poco más que esbozado.
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